Y al final la vida es un sueño. La familia Zapp

Una vez oí a Herman contar una anécdota en la que le preguntaban "¿Cuál es el contrario de blanco? Negro. ¿Cuál es el contrario de día? Noche. ¿Cuál es el contrario de amor? Odio. ¿Cuál es el contrario de sueño?... ... No existe. No hay nada en contra de sueño, todo está a favor de sueño. El mundo está hecho para los soñadores".

Herman (1968) y Cande Zapp (1970) son una pareja argentina que viaja por el mundo. En realidad llevan casi 15 años viajando por el mundo, y en realidad ya no son una pareja, sino una familia, porque durante sus largos años de viaje por todo el planeta han incorporado ni más ni menos que cuatro nuevos personajes en forma de hijos a su gran aventura, o sueño, como a ellos les gusta llamarlo: Pampa (15), Tehue (12), Paloma (10) y Wallaby (8). Todo ello sobre la marcha. Nada de volver a casa por el momento.

Foto: argentinaalaska.com
Herman y Cande se conocieron y se hicieron novios muy jovencitos y, una vez casados, pensaron en hacer un gran viaje que, por diversos motivos propios del día a día, tuvieron que ir posponiendo y posponiendo. Año tras año. Ese viaje era ni más ni menos que cruzar toda América, de Argentina a Alaska, y para ello necesitarían seis meses. Imposible teniendo en cuenta la casa que estaban construyendo o la empresa familiar que les daba de comer. Pero un día recordaron que las vidas se acaban. Y vieron que su casa no se iba a mover de donde estaba. Y se dieron cuenta que ese dinero que ahorraban, y cualquier otro dinero, era para eso: para disfrutarlo. Así, como explica Herman, "lo más difícil no fue el tomar la decisión ni dejar la casa ni el trabajo por seis meses, sino explicarle a la familia que íbamos a dejar de lado todo lo logrado, incluso nuestro futuro". Pero ya el sueño acababa de empezar.

La gran sorpresa, especialmente para Cande, que siempre quiso pisar Alaska, se produjo a falta de un mes para el comienzo de aquella aventura, cuando Herman llegó a casa con una grúa que traía colgado un Graham Paige de finales de los años 20. Un día se enamoró de esta verdadera pieza de coleccionista al verlo en una granja abandonado y pensó que sería un coche ideal, reparaciones mediante, para llevar a cabo la ruta Argentina-Alaska. Cande no daba crédito a lo que veía, porque ella esperaba ver mundo y conocer América, no talleres y talleres mecánicos. Pero Herman, posiblemente con esa labia argentina que nos mantiene embelesados escuchando sus anécdotas, la convenció.

Finalmente, el 25 de enero de 2000, citaron a todos sus amigos y allegados ni más ni menos que en el famoso Obelisco de la Plaza de la República, en Buenos Aires, para partir rumbo a Alaska en una bonita despedida. Pero nadie acudió. Seguramente no se los tomaran en serio, aunque ya eso les importaba bien poco: cuenta Herman que "no teníamos experiencia viajera, no teníamos ni mapas ni idea sobre mecánica, pero fue meter primera y sentir algo lindo". Y allí comenzaba el viaje que les habría de llevar a Alaska. 

Foto: argentinaalaska.com
Lógicamente, uno no coge un coche en Argentina y se planta en Alaska como si fuera un viaje programado con todo incluido, y a los cuatro meses de aventura se quedaron sin un céntimo, y ahí, cuenta Herman, "comenzó el viaje verdadero". Y no por la necesidad de que Cande empezara a pintar acuarelas para venderlas y conseguir algo de dinero, sino porque se dieron cuenta de la que era la mayor riqueza que encontraron en su camino: la gente. Cuando llegaban a los sitios y contaban lo que habían decidido, la gente se volcaba con ellos: desde alojamiento, a reparaciones gratuitas del auto pasando por comida y todo tipo de algo tan humano como la ayuda. 

Y fue de esta manera y con miles de aventuras de por medio que lograron llegar al destino final: Alaska. Sin embargo, Cande afirma que "el día más triste del viaje fue el día anterior a pisar Alaska, cuando quedaban 30km. para llegar, porque Alaska significaba el final de nuestro sueño".

Herman y Cande plantaron cara a ese sentimiento de represión que todos sentimos cuando terminamos de hacer un viaje y nos toca volver a nuestras rutinarios quehaceres diarios, y decidieron seguir viajando en su Graham-Paige. Y no sólo por las tres Américas (al de Alaska les siguió un viaje de La Quiaca a Ushuaia y luego otro de Florida a San Francisco pasando por toda Canadá), sino por toda Oceanía, el Sudeste Asiático, África y Europa. 

En su web lo describen todo a la perfección, pero hay dos cosas que nos llaman mucho la atención. La primera es que su coche de 1928 siempre les acompaña. Para los que os estéis preguntando que cómo lo llevan de un continente a otro a través de océanos os diremos que ellos creen infinitamente en los milagros porque, cuentan, "siempre terminan sucediendo", SIEMPRE aparece un cómo para el que busca un qué, siempre se sale adelante. Un día, vendiendo sus acuarelas en una playa de Uruguay, un bañista que les preguntaba cómo habían llegado hasta allí les comentó que si algún día necesitaban embarcarse le avisaran. Al cabo del tiempo lo necesitaron, le localizaron y el bañista resultó ser el presidente de una gran naviera que les llevó sin coste. "Lo mejor de este planeta es la gente", afirman ambos casi al unísono.

Foto: argentinaalaska.com
El otro asunto que nos hacía pensar eran sus encantadores hijos, que nacieron por el camino (Argentina, EE.UU., Canadá y Australia, en concreto). Basta con escucharles, verles en alguna foto u oírles para saber que son inteligentísimos. ¡Y no puede ser menos con el mundo como escuela! Por eso, con una gran paciencia y perseverancia, Cande y Herman apuestan por el homeschooling, algo que siempre defendemos en Don Zorruno: "lo hacemos porque queremos mostrarles a nuestros hijos el maravilloso mundo en que vivimos. Usamos el mismo viaje para enseñar. Enseñamos a Tehue el ciclo del agua en unas montañas en Sudáfrica, o la cadena alimenticia viendo a un ciervo que comía hierba y que fue cazado por un guepardo al que luego un leopardo le robó la presa. Estuvimos dentro de las pirámides, navegamos por el Nilo, les enseñamos y caminamos por la Muralla China, el desierto, la selva, la nieve. Ellos han visto cómo embarcar un coche para cruzar océanos, cómo se suelda, se edita un vídeo, se calculan distancias, gasolinas o provisiones... Y además aprenden muchos idiomas con esa facilidad que tienen los niños mientras juegan con otros niños del mundo, incluso comunicándose por necesidad". En Don Zorruno hubiéramos dado lo que fuera por haber recibido de nuestros padres esa educación que tendrán Pampa, Tehue, Paloma y Wallaby. Herman dice que "la mejor materia que puede aprender un niño es la humanista. Vivir otra cultura, otra forma de vivir que por ser distinta no significa que esté mal. Ver la vida desde otro ángulo, con sus distintas formas de comer, vestir, valores y religiones. ¿Quién les dirá a nuestros hijos 'cuidado con esa gente', si estuvimos con ellas, nos acobijaron, nos cuidaron y compartimos sus más grandes riquezas?"

Todo esto que os estamos contando no es absolutamente nada comparado con lo que ellos han contado en numerosísimas entrevistas que podéis escuchar, ver o leer por todo internet tan sólo con buscar "familia Zapp", con lo que cuentan en su web o, como no podía ser de otra manera, lo que narran en su maravilloso libro "Atrapa tu Sueño" (edición propia, 2007), que podéis conseguir también en su web o prácticamente en cualquier librería y cuyos ingresos significan casi el principal sustento para continuar con sus aventuras.


Desde Don Zorrunos os animamos fervientemente a que les conozcáis, siquiera echando un vistazo a alguno de sus vídeos, porque no sólo os parecerán gente simpática y con la que os reiréis y aprenderéis un montón, sino por cómo pueden enriquecerte espiritualmente y (oye, nunca se sabe), inspirarte para hacer algo similar alguno de estos días en los que te suene el despertador y maldigas tu rutina desde una cama situada en un minúsculo rinconcito de este maravilloso planeta que habitamos.

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